Encontré a MI PAYASO (Parte 1 de 2)

SPOILER ININTELIGIBLE (Te lo puedes saltar, sólo es para dar FE de que era soporífero)
Tarea; Divulgar la receta de cómo desde los 70 el paradigma cognitivista ha evolucionado hasta el triangulo interactivo de enseñanza-aprendizaje socioconstructivista. Gracias al cuál el asesoramiento didáctico posa su mirada sobre la transmisión de saberes en tanto que evalúa y optimiza la interacción entre alumno-docente-material-didáctico (no es lineal, es un tri-an-gu-lo).
VOLVEMOS A LA TIERRA
Acción; Saltarme el protocolo, hablar de ello y sacar la mejor medicina contra las recetas: La Escuela Rota y mi nariz de payaso.

¿Por qué no? Pensé, probemos cosas. Generemos expectativa, aportemos la información disciplinar y pongámosla en contexto, dejemos actuar a La Escuela Rota, intentemos motivar, empecemos por reírnos de nosotros mismos, coloquemos todo esto debajo del brazo y sigamos hacia delante. Démosle una vuelta de tuerca más, que lo condimente un payaso, que soy yo.
Primer problema: Necesitaré una bola de espuma roja, será sencillo.
No, no lo fue. Pasé cuatro horas vagando por Barcelona recorriendo todas las tiendas especializadas… clown, disfraces, magia, supermercados para organizar fiestas… en ninguna tenían narices de payaso, se ve que hay demanda. La gente también combate la crisis con narices de payaso, buen síntoma.
Al final la encontré, una sencilla y básica bola de espuma roja.

Ahora a echarle huevos… total, no es para tanto, estoy curado de espanto… y vergüenza tengo poca, aprovecharé para explotar mi EGO.
Como si fuera un ente separado de mí, le dije:
- Hoy es tu día, lúcete.

Día de la exposición. Todo dispuesto el “Aftertaste” de Ben Lee sonando a toda pastilla, mi rollo, mi rebeldía, mi EGO disfrutando de sí mismo.
Subí a las mesas del aula para abrir las ventanas y que la música escapara por esas rendijas armando más jaleo. Una vez arriba, me sorprendí pisoteando las mesas del aula, una, dos, tres veces… la dureza y asintonía de la escuela estaban bajo mis pies y le demostraba mi disconformidad, mi rebeldía.
Tocaba ponerme la máscara más pequeña del mundo, la bola roja de espuma.
El mantra fue automático.
- Saca a tu payaso, el que llevas dentro. Como es. No necesitas guión, no lo hay. Tu payaso, búscalo está ahí. ENCUENTRA A TU PAYASO.

Mi payaso… Es… Está Aquí… conmigo.

Mi payaso… no atiende a reglas convencionales, mi payaso es la anarquía, sólo atiende a un Imperio… al Imperio de las emociones.
Mi payaso no tiene miedo. Dice a todo que sí. No le importa fracasar, vive en el fracaso, sale del fracaso y vuelta a empezar.
Mi payaso no necesita ser así o de otra manera, sólo es. Vive y se muestra, se sorprende de todo lo que le rodea porque lo más sencillo supone una aventura. No quiere ni necesita atrapar a los demás, disfruta compartiendo.
Mi payaso es feliz y contagia felicidad, no le importa mostrarse fuerte o vulnerable. Sólo siente.
Mi payaso… no hablaba. Miraba y se dejaba mirar, sonreía y le sonreían, expresaba y no le hacían falta palabras para sentirse y hacer sentir.
Me encontré con mi payaso, y este hizo todo lo contrario de aquello a lo que mi EGO me empuja.
Es un payaso mudo, decían.

Me he encontrado con mi payaso y me lo quedo.
El discurso que tenía que soltar… bien, genial. La Escuela Rota y mi payaso formaron un tándem perfecto, ahí habló. Pero fue distinto, mejor.

Y entonces me dije… porque no un poco más.
No te quites al payaso, aquí te ha sido relativamente fácil.
Recuerda cuando buceaste por primera vez, la inmersión y el contacto con el agua fría, la sensación de ahogo, los movimientos torpes… hasta que empiezas a relajarte, a notar el sonido rítmico de la respiración, a disfrutar de los colores y la tenue luz del sol dispersándose en las profundidades.

Veamos hasta dónde buceas con tu payaso...

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