La televisión no tiene sentido… ¿o si? (Parte 2 de 2)

"Ir del significante al significado es entender.
Ir del significado al significante es expresarse".

La elaboración del discurso mediático es subjetivada.

Entonces, dada la falta, el vacío en el discurso que es cerrado por el Otro-receptor, ¿Cómo puede tener sentido? ¿De qué modo las modas machacadas en televisión se instauran en sociedad y se convierten en temas de conversación, muletillas, etc… en definitiva, traspasan al umbral del imaginario social simbólico?

En síntesis, mediante el control o mantenimiento del orden simbólico.

El discurso de los medios se estructura manteniendo un orden, el del lenguaje, integrando palabra, sonido e imagen, dirigiéndose a cada universo social consciente de que hay cosas que pueden decirse y otras que no.
Reproducción a gran escala de estereotipos, prejuicios y modelos dominantes. La televisión se erige como exteriorización de la neurosis social aportando la suya propia.

Mediante el recurso rey de la dramatización y el histrionismo relativiza y banaliza cualquier contenido que se disponga a tratar. La inmediatez convierte en noticia lo irrelevante, sacrifica lo importante postrando la reflexión.

La sociedad líquida se licua a través de la pantalla del televisor.
Universos sociales, estereotipos, dramatización… El discurso mediático genera opinión, se adapta y no sacia sino que crea nuevas necesidades.

El discurso dominante y su contradiscurso fundamentan la existencia ideológica del medio, y, en esta tensión fingida, complementaria, siempre encontraremos un “significante amo”.
La imagen, generadora de opinión, muestra su fuerza simbólica como verdad elemental por encima de todo rigor. No se trata de lo que es sino de lo que parece. La imagen como significante amo.
La ideología, condición de toda posibilidad para aquello que se ve, lo que no se ve, cómo y cuándo, su significante rígido.

El control es absoluto.
En este punto, en ese vacío del discurso que confiere autoridad a la imagen, donde se movilizan opiniones y se inocula ideología. Desde ahí la televisión sí tiene sentido.


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