Som una Nació? (Parte 3 de 4)

Catalunya se asemeja a otro país europeo: España, que también va contra la historia y a deshora de Europa, que tiene una especie de democracia cuando en Europa impera el feudalismo, y establece el feudalismo cuando en Europa va de capa caída, que tiene el renacimiento antes que Europa y que, a la vez del renacimiento general, tiene la contrarreforma, que hace revoluciones justamente los años que en Europa triunfan las contrarrevoluciones.

Ser una nación implica que los habitantes de un territorio determinado se sienten formando parte de un todo, un todo que no es sólo la lengua, ni la religión, ni la historia, ni la cultura. Este sentimiento aparece en el mundo ligado al ascenso de una clase social; la burguesía. Por esto, las naciones nos asaltan en Catalunya a finales del s.XVIII y comienzos del XIX, no antes. El sentimiento nacionalista es la culminación de una larga historia de ascensión de la burguesía hacia el poder y dominio de la sociedad.

La burguesía no desea territorios, sino mercados y fuentes de materias primas, por tanto no desea ocupar países, lo que explica que, en contra del espíritu feudal de la época, Catalunya, Aragón, valencia, Mallorca, Sicília y más tarde Nápoles, fuesen y continúen siendo miembros de una misma comunidad especialmente laxa y solo ligada, de hecho, por una misma gerencia y una coincidencia de intereses creada por la extensión de los intereses de la burguesía catalana y su apego a los intereses de marchantes de otros países de la comunidad, así como en la actualidad entiende su vocación europeísta.

Ya el siglo pasado Vicenç Vives y su escuela de historiadores comenzaron con coraje, trabajo e imaginación a desmitificar la historia de Catalunya invitando a razonar en términos históricos reales. Actividad que fue rápidamente enturbiada por la política burguesa, aun quedan muchos “Rafaeles de Casanova”, “Rogers de Llúria” y “Pujols” que someten la historia al romanticismo, la leyenda y el folklore, ignorando lo que Catalunya ha sido realmente y, por tanto, limitando la posibilidad de comprender que es y que queremos que sea en el futuro.

Este subconsciente clasista se hace patente en sus mitos y leyendas, las cuales podríamos someter a autopsia, no sólo para entender su prosa sino para llegar a su hueso de significado, a ese significante amo, constituyente del imaginario social y matriz de la cultura. Llegar a entender porque tenemos estas leyendas y no otras.
Por ejemplo, existe la leyenda de que los catalanes sacan pan de las piedras. En Catalunya siempre ha habido muchas piedras y poco pan. La frugalidad del catalán es hacer de un vicio (la pobreza), una virtud. Si no hubiera sido por los esclavos y el oro de Sudan, por la inmigración de los capitales cátaros después de perdida la guerra de los albigeses, y mas tarde el aprovechamiento de guerras y tráfico de negros. Los catalanes comerían piedras.


Podemos seguir sumando; la especulación y el mercado negro de las guerras carlinas, los contratos de la primera guerra de África, los de la guerra de Crimea, más tarde la escasez de primeras materias provocada por la guerra civil norteamericana, y a su vez, los contratos de la guerra franco-prusiana...

Nuestra historia no es ni más democrática, ni más absolutista, ni más nada de lo que en cada momento fue necesario para sobrevivir. Que es exactamente lo mismo que se puede decir de cualquier país del mundo.
Deberíamos abandonar la vanagloria de que nuestro pasado es diferente.
Lo que se dice de Catalunya y su historia podría decirse de Castilla, España, Rusia, EEUU, incluso de Camboya o Guinea. Porque su pasado no es mejor y, nuestras virtudes no son otra cosa que la imposibilidad de tener vicios rentables.

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