Andar de extranjero (Pelao Carvallo)
Estar en el extranjero es vivir al tanteo, vivir de improviso, vivir al azar. Nada es seguro. Las palabras dicen otras cosas. Vuelves a escribir a mano. Aprendes de nuevo a leer. Los ojos miran distinto, los gestos indescifrables, el pensamiento intraducible. Todo es lejano por más que esté a tu lado.
Estar de extranjero es vivir el silencio, dormir en sobresalto, reconocer la novedad de cada día. Cavar a cada instante una trinchera a la cual aferrarte para sobrevivir. Es dar por supuesto todo. Dar por obvio cada asunto. Decir sí, decir ah!. No tener historia ni pasado. Nadie que recuerde tus mismos juegos, tus mismos cantos.
Estar de extranjero es disponerse a cumplir la mañosa tarea de colonizar memorias. Es quedar con la vida afuera, con la memoria en custodia, con el recuerdo en cuclillas.
Puesto a vivir de extranjero, todo teléfono suena equivocado; toda dirección, mal anotada. Vivir como extranjero es abolir las amistades viejas -dejarlas en suspenso-, tomar prestadas otras, quitarte años de encima; construir en días una nueva infancia y una nueva adolescencia... generar, en segundos, una nueva fe, un nuevo aroma corporal, nuevas circunstancias, nuevos temores. Es, dejarse expuesto, dejarse ir, dejarse caer, reventar en un terrón y fecundar, rehacer los tejidos, los aullidos, lavarte las orejas, intentar defenderte; componer una canción destinada al silencio.
Andar de extranjero es andar con la ropa equivocada, por la calle equivocada, por la vereda del sol. Andar de extranjero es andar con los pasos medidos, la voz cautelosa, el corazón templado, los tiempos consumidos.
Sentirse extranjero es distorsionar la vista, desenfocar los lentes; ver todo nuevo, extraño, raro, desajustado. Todo es parecido, pero distinto; todo es casi igual, pero raro. Aun así no te puedes malhumorar, puesto que debes sonreír- En el extranjero las cosas funcionan de un modo distinto, que nunca entenderás. Tratado como comentarista, nunca serás una persona. Puesto a hacer el extranjero, debes dejarte llevar y admirar la extraña belleza de esos raros paisajes viejos que por primera vez, cada vez, llegan a tu conciencia.
Puesto a vivir de extranjero no queda más camino que aprender, depositar confianza y desconfianza, desarmarte y subir peldaños para otear las posibilidades de armar esculturas faraónicas de poemas y pensamientos que digan (un poco cada vez): está bien, está todo bien; es aún tu vida, otra, pero tuya; es todavía tu sitio, otro, pero tuyo.
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