MÚN

Creo que nadie salvo uno mismo se toma en serio la vida de su mascota.
Me considero tan animalista como quien respeta la naturaleza porque asume que tiene un orden propio del que formamos parte y no está, simplemente, a nuestro servicio.
Ni equiparo humanos Vs. animales, eso me parece una taradez.
Dicho eso, me fascina lo mucho que puede enseñar un animal.

Mún sabía, de alguna manera intuitiva, que su final era inmediato.
Se retiró, sin despedirse, pero no le dejé. Cada vez que marchaba a algún lugar sombrío lo sacaba de ahí. 
Hice lo posible y no fue suficiente. 
Se rindió siendo valiente, lo asumió. Un animal puede mostrar mucha entereza y sobriedad.
Por evitar más su sufrimiento tuve que decir: -De acuerdo, póngale la inyección. 
Ni siquiera el ritual que me monté para despedirlo estuvo a la altura. Después de cavar el hoyo, depositarlo suavemente, después de despedirme de él mil veces, después de echarle tierra encima mientras me despedía otras mil... las orejas y las patas quedaron por encima del lecho. Y vuelta a empezar.

Hoy, afligido, me siento con dicha porque me afecte...

Nos conocimos en la calle como se hacía antiguamente. Él buscaba una casa medianamente limpia y yo, soy fácil.
Nació sin cola por lo que no se atrevía a subir a sitios altos y corría como un cabritillo.
Tan negro como la noche más oscura y con unos ojos amarillos bien grandes. Abiertos y limpios
Conocía a los perros del barrio y jugaba con ellos.
Creía que los coches le tenían miedo porque nada más verle frenaban de golpe.
Se podía sentar con las patas por delante.
Me traía pájaros y lagartijas. Por supuesto, los comía con él.
Jamás me mordió o arañó y era afectivo.

Una sorpresa y una excepción preciosa.
Voy a echar de menos a este gato bobo, más incluso de lo que podía suponer.


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