La balanza de la educación: Escuela Democrática (Parte 1 de 4)

He tenido la oportunidad de visitar varios centros educativos. Ambos, representativos de sistemas diferentes de entender la EDUCACIÓN y de su puesta en práctica.

La primera, una Escuela Democrática.

En ella se considera fundamental el respeto a la voluntad y libertad del menor, lo que se traduce en que los/as educadores no intervengan, ni premio ni castigo. Que el niño aprenda y se desenvuelva en función de su interés y desarrollo natural.
El aprendizaje se lleva a cabo por proyectos. Los educadores elaboran temas que presentan a los niños, lo cuales escogen si asisten o no.

Lo cierto es que, es un SISTEMA.
Qué aprenden es irrelevante porque el entorno refuerza una serie de valores y actitudes que sólo necesitan de la curiosidad propia del menor. Los contenidos no son para nada… esenciales, es decir, los niños aprenderán lo que necesiten. Su curiosidad y plasticidad les permite adaptarse y superar dificultades, lo formal ya vendrá.
Lo que demuestra que hay vida más allá del libro de texto.

Para los padres es imperativo implicarse en la educación de sus hijos, la escuela no es sustituta de dicho vínculo y han de reforzar y encaminar los aprendizajes de sus hijos.

Pero… siempre hay algo más.

Los 400€ al mes suponen la criba más eficiente, apto para determinado tipo de niños y determinado tipo de familias. Los contenidos no son esenciales, pero tampoco lo son en la escuela formal, por más que nos consintamos la ceguera.

¿Entonces, que es lo que realmente buscan las familias? Relaciones.
Y por esto, podemos hacer una valoración positiva porque los menores serán niños adaptados. Este sistema capitalista funciona gracias a hordas de familias con poder adquisitivo capaces de comprar felicidad a gramos. Incluso si hubiese problemas de conducta graves, la pasta logra tender puentes dónde la razón no da más de sí. Y es muy lícito que unos padres hagan todo lo que esté en su mano por su hijo. Ahora, no tiene nada que ver con un sistema de educación equitativo que permita a posteriori competir en igualdad de condiciones.

Inmersos en una pecera bien adornada los mecen en una cuna que pretende recrear la LEY NATURAL.
¿Ley natural? Esto puede ser aplicado a la física y la química:-si te caes te levantas, -si comes tierra tendrás una digestión complicada. Lo demás es una utopía.
El ser humano modifica y condiciona el entorno para adaptarlo a sus necesidades, toda naturaleza, incluso el concepto mismo es una prolongación de su diferencia con la naturaleza (zoion-vida animal). Es naturaleza humanizada.
Y si lo que se pretende es redimir una culpabilidad histórica por machacar la infancia, podemos continuar porque en muchas latitudes e incluso al cruzar la esquina, continúa sucediendo.

De todos modos, una cosa es la imposición, donde se percibe claramente la autoridad, otra mucho más sutil es recrear las condiciones donde el otro escogerá. Aquí la elección del otro siempre será previsible y determinada por los demás y la expectativa de ésa autoridad a la sombra.
Un teatro finito. Un tablero de juego donde las fichas ya se repartieron y el otro no es consciente de que participa. Entonces se le dice, haz tu voluntad.

Siempre hay un enmarcamiento ideológico.
La verdadera cara de la autoridad se encuentra en la imposición de significados.

Sin embargo, a la hora de plantear la utilidad social de un sistema como la escuela democrática lo primero que ponemos en juego son nuestros miedos adultos, inculcados desde niños por el control institucional.
Si no les obligamos a comer, ¿comerán? Si no les obligamos a dormir, ¿dormirán? Si no les obligamos a estudiar, ¿estudiarán?... y así hasta el infinito.

Cierto que los niños necesitan estabilidad, pero si todo lo han de hacer por coacción, realmente ¿vale la pena? ¿Podrán aprender a apreciar algo, en algún momento de sus vidas, si todo lo hacen por coacción o por cumplir la expectativa del otro? ¿Podrán, formular sus preguntas en lugar de sólo buscar respuestas en el texto?

Tranquilos porque vuestro hijo comerá y si apenas intervenimos le gustará. Dormirá y si apenas intervenimos, soñará.
Y estudiarán, si él o ella son capaces de encontrarle algún sentido.

La viabilidad de la Escuela Democrática es una cuestión compleja. 
A lo largo de este post el intento es plantear sus virtudes y sus zonas de penumbra, pero su hueso de sentido es el resultado de una decisión que tomamos irremediablemente de manera no siempre consciente.

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