Otoño caliente

Se ha escrito mucho y más letras que surgirán interpretando los acontecimientos actuales.
Me toca hacer lo propio desde este lugar. Seré breve.

Nos vamos a la mierda.

Primero necesitamos ponernos en contexto. Básicamente porque en España no andamos finos de memoria, porque nuestro historial de rebeliones y reformas fracasadas suponen un poso amargo que dificultan mirar al horizonte con un juicio constructivo y porque, como decía Gasset esta “tierra de conejos” ha padecido todas las invasiones posibles puesto que nunca hemos sabido colaborar con nuestros vecinos.
Por todo ello… no tenemos lo que merecemos, ni mucho menos… tenemos lo que otros han querido hacer con nosotros, con total impunidad.

Elecciones autonómicas mayo 2011, los graznidos de las gaviotas ensordecen la península, los rojos de boquilla son expulsados de sus feudos.


Los medios hablan de castigo en las urnas para el PSOE. Los analistas políticos vuelven a destacar la movilidad de los votantes de izquierda y la fidelidad de los votantes conservadores.
Sin embargo, la abstención a la que podemos sumar los votos en blanco y nulos, fue la clara vencedora.
Aun hoy, me resulta difícil encontrar explicación. ¿Quiere decir esto que cuando las cosas van bien nos hacemos de izquierdas y cuando van mal de derechas? ¿Nos mostramos públicamente en contra de recortes que perjudiquen la calidad de los servicios públicos, sin embargo apoyamos en las urnas a los partidos que las promueven (caso de CIU)? ¿Tal vez, la gente que desea un cambio, no vota porque lo considera inútil y esto es aprovechado para afianzar las distancias de los partidos mayoritarios?

Pues con todo ello, nos vamos a la mierda.


Ante un problema que ya es imposible maquillar la imagen de la clase política se ve perjudicada:
Su única estrategia hasta la fecha, la política del desgaste, obviar los hechos que no favorecen la gestión del partido, señalar el mal ajeno y mentir, mentir y mentir hasta que parezca verdad, lo cual, no ayuda a que la ciudadanía atempere sus demandas de justicia social.

El sistema político español es una paradoja.
Un híbrido arcaico, siniestro e infeccioso que esperemos esté por extinguirse;

(1ª Paradoja) Una monarquía parlamentaria (WTF?).

(2ª Paradoja) Declarada aconfesional con una preeminencia y un poder absoluto de la iglesia católica en las instituciones del Estado, permitiéndose "legislar" en la sombra sobre la vida, la muerte y la educación.

(3ª Paradoja) Funcionamos, en teoría como una federación descentralizada (autonomías), sin embargo el modelo ideológico y de Estado es centralista y unitario.

(4ª Paradoja) Nuestro sistema político se define en base a una democracia representativa, el pueblo soberano elige a sus representantes en el gobierno y estos a su vez conforman los órganos decisorios. En la práctica, la elección de los ciudadanos se traduce en una carta blanca para sus representantes arrebatando la voz al pueblo, erigiéndose en iluminados, en un poder político escindido de la voluntad de los ciudadanos. Una Plutocracia donde el poder político se concentra en las manos de quienes poseen las fuentes de riqueza.

(5ª Paradoja) Somos el único país que tras sufrir una dictadura llama al fascismo por el nombre de su caudillo, Franquismo. No nos referimos al “Mussolinismo”, “Pinochetismo”, “Hitlerismo” porque, fueron fascismos, punto.
Y este “punto” no conseguimos fijarlo. No se ha hecho justicia, ni se ha construido una versión histórica amparada en hechos en lugar de opiniones partidistas. Aun hoy llegamos a referirnos a Franco como “líder autoritario no totalitario”.

(6ª Paradoja) El gobierno es elegido por el pueblo y a este debe su labor. Su premisa defender la constitución, acatar la voluntad del pueblo y mejorar sus condiciones de vida. En la práctica, legislar ya no es competencia del inútil senado ni del gobierno sino de los mercados, el FMI, bancos y corporaciones. Es el sistema.

Seguro que se nos ocurren muchas más...

Con todo ello llegamos a la naturaleza de nuestra entrañable clase política, (porque es la misma que cambió de chaqueta durante la transición, y sino están sus nietos).
En esta orgía de supremacía y señorío, ser político es una cuestión de status y diferencia. Cuando eres la NORMA, TODO parece estar permitido:

Ordenando recortes sociales que no figuraban en su campaña. (I) (II)
Sin programa electoral y con promesas vacías. (I) (II)
Justifican y minimizan la corrupción. (I)
33 años de Bipartidismo. (I)
Promueven la conflictividad racial y cultural. (I) (II) (III)
Cinismo. Blindan la excelencia económica de sus cargos, y se dan golpes en el pecho por no asignarse la extra de navidad (I) (II) (III)
Se pliegan a los designios del mercado y las grandes empresas que sufragan sus gastos de campaña. Llegando al acuerdo entre partidos “antagonistas” para reformar la constitución y así, asegurar mediante la constitución, la solvencia de los bancos. La orquilla que aumentará o disminuirá en función de los intereses de la especulación será el gasto público. (I)
Malgastan el erario público con fines partidistas. (I)
Privatización de Sanidad y Educación. (I) (II)


Vamos listos si creemos que esto, sólo, se soluciona en las urnas.

Por suerte, la historia justo acaba de empezar...

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