A veces rescato libros viejos de los Encantes.
Me hablan (no literalmente) y... tal vez, en realidad, son ellos quienes me rescatan.
Alguno, muy de vez en cuando me susurra y siempre es el más oportuno.
De éste que tengo ahora entre manos, os perdéis su olor y color, pero os puedo mostrar sus palabras.
VIVIR SU VIDA
R. González Pacheco (1956)
Es una necesidad plantearse al frente proposiciones de lucha todos los días. Entrar en cada mañana apuntando la razón a un polígono distinto o, al menos, desde un distinto terreno. Correr la voluntad de uno a mil y de mil a uno, en toda la línea.
El hombre tiende a asentarse, a fijar su residencia mental en determinados campos; justamente donde le es más fácil "vivir su vida". Cumple así una ley de esfuerzo mínimo. Entrega el cuerpo al oleaje del ambiente que lo mece sin golpearlo, como con flotadores de corcho.
Dejarse ir al golpe del hacha que dicen los leñateros, es modalidad común hasta en quienes desgajan o talan leña social para las hogueras de las revoluciones. Pero lo que aquí interesa es hacer fuego, prenderle lenguas de llamas a la selva, descerrajar, tal cual vez, nuestra escopeta. Pues somos, antes que nada y que todo, revolucionarios.
Vivir su vida... ¡Oh, no! Buscarle sentidos nuevos, descubrirnos cada día capacidades distintas para las conspiraciones. Porque es increíble la fuerza que radica en cada nervio, las raíces de voluntad que yacen tapadas, mudas, polvorientas, en cada hombre. ¡Hay que alumbrarlas!
Que nuestro "grano de arena" refulga como un lucero en la tierra. Que cada luz que nos brote, sea una albricia, antes que para ninguno, para nosotros. He ahí la filosofía.
¡Vida vivida!
El hombre tiende a asentarse, a fijar su residencia mental en determinados campos; justamente donde le es más fácil "vivir su vida". Cumple así una ley de esfuerzo mínimo. Entrega el cuerpo al oleaje del ambiente que lo mece sin golpearlo, como con flotadores de corcho.
Dejarse ir al golpe del hacha que dicen los leñateros, es modalidad común hasta en quienes desgajan o talan leña social para las hogueras de las revoluciones. Pero lo que aquí interesa es hacer fuego, prenderle lenguas de llamas a la selva, descerrajar, tal cual vez, nuestra escopeta. Pues somos, antes que nada y que todo, revolucionarios.
Vivir su vida... ¡Oh, no! Buscarle sentidos nuevos, descubrirnos cada día capacidades distintas para las conspiraciones. Porque es increíble la fuerza que radica en cada nervio, las raíces de voluntad que yacen tapadas, mudas, polvorientas, en cada hombre. ¡Hay que alumbrarlas!
Que nuestro "grano de arena" refulga como un lucero en la tierra. Que cada luz que nos brote, sea una albricia, antes que para ninguno, para nosotros. He ahí la filosofía.
¡Vida vivida!